Proyección: 26/4/2012, 21:30h.
Dirección: John Huston
Producción: John Foreman
Guión: John Huston, Gladys Hill.
Música: Maurice Jarre
Fotografía: Oswald Morris
Montaje: Russell Lloyd
Actores: Michael Caine, Sean Connery, Christopher Plummer, Saeed Jaffrey, Shakira Caine.
Dos pícaros ex-militares del Imperio Británico, Dravot y Carnehan, masones para más señas, sobreviven de forma poco legal en la India de finales del siglo XIX. Cuando oyen hablar del legendario reino de Kafiristan se encaminan hacia allí en un peligroso viaje, reuniendo por el camino un ejercito propio formado por aldeanos locales que pronto mitifican a Dravot, achacándole poderes divinos… Naturalmente, la pareja intentará sacar el máximo provecho a esta nueva situación y crecerán desmesuradamente sus ambiciones…
El genial director John Huston llevó de forma magistral a la gran pantalla el libro homónimo de Rudyard Kipling, un proyecto que tardó casi veinte años en hacerse realidad: en un principio, mediados los años 50, pensó rodarla con Humphrey Bogart y Clark Gable de protagonistas, pero el fallecimiento del primero truncó los planes… Después quiso retomarlo con Kirk Douglas y Burt Lancaster, más tarde con Paul Newman y Robert Redford para acabar decidiéndose por un par de actores británicos: Caine y Connery demuestran con sus respectivas y excelentes interpretaciones que la larga espera había merecido la pena. Obra maestra.
"Danny Dravot y Peachy Carnehan son dos aventureros que viajan a la India en 1880 y sobreviven gracias al contrabando de armas y otras mercancías. Un día deciden hacer fortuna en el legendario reino de Kafiristán. Después de un durísimo viaje a través del Himalaya, alcanzan su meta justo a tiempo para hacer uso de su experiencia en el combate y salvar a un pueblo de sus asaltantes. Está inspirada en un relato de Kipling." (FILMAFFINITY)
"...Con ‘El hombre que pudo reinar’, Huston sumaba en su filmografía el adaptar al gran Rudyard Kipling, tras adaptar a escritores de la talla de Dashiell Hammet, Tennesse Williams o Herman Melville. Adaptaciones de las que salió airoso gracias a su envidiable capacidad de saber trasladar a la pantalla el espíritu de la obra, alcanzando con el escritor de origen indio la cota más alta de su cine, al menos para quien esto suscribe. Pocas veces en la historia del cine el género de aventuras ha estado tan bien tratado. En una década en la que los apellidos Lucas y Spielberg se alzarían como los máximos responsables de los cambios que sufriría el séptimo arte a partir de entonces, Huston se mantuvo fiel a una mirada más clásica, menos artificiosa, el gran mal de la mayoría de las superproducciones actuales.
(...) La película da comienzo en Lahore, India. Allí un periodista inglés —un perfecto Christopher Plummer dando vida al mismísimo Kipling— recibe la inesperada visita de un hombre harapiento que resulta ser Peachy Carnehan, a quien Kipling había conocido hacía dos años. Carnehan le relata los terribles acontecimientos que le llevaron a ese estado. Entonces el espectador se entera de la fantástica y fatídica aventura de Carnehan y Daniel Dravot, dos vividores que acudieron a Kipling para obtener cierta información. Su gran ambición, o locura, era la de atravesar Afganistán con un cargamento de armas para establecerse definitivamente en Kafiristán, donde ayudar a las distintas tribus a defenderse, con la intención de expandirse y por ellos ser coronados reyes del lugar. Sólo por la osadía del proyecto, y las ganas que les meten tanto Carnehan como Dravot, convenientemente ya presentados al espectador, quien se rinde inmediatamente a su magnetismo, seguimos con interés su periplo, pues en saber si consiguen o no su particular misión dota al relato de cierta intriga.
Carnehan y Dravot son dos personajes típicamente hustonianos, quizá los más representativos del cine de su autor. Perdedores natos, antihéroes con un poco de moralidad y un mucho de caraduras, siempre marcados por la fatalidad del destino, pero con un afán inagotable por perseguir aquello que ambicionan. El carácter aventurero del propio Huston queda reflejado en estos dos bribones tan encantadores, a través de los cuales conoceremos el éxito y el fracaso, pero sobre todo lo cerca que una cosa está de la otra. También el desencanto que conlleva todo fracaso, algo que Huston, debido a su animada vida, entendió a la perfección. De ahí el especial cariño que pone en sus personajes, a los que trata sin piedad, también sin establecer dogmatismos, pero comprendiendo en cierto modo su forma de vida. Aquel que les lleva a perder el rumbo cuando la desmesurada ambición les hace desear de más. Así pues, el hombre se creerá un dios con poder inimaginable para cualquier cosa. Dravot, más que Carnehan, sufrirá delirios de grandeza. Y eso será la perdición de ambos. Pues un dios no puede tener ambiciones humanas. El episodio de Dravot deseando una esposa —Shakira Caine, la mujer de Michael Caine en la vida real, en lo que parece un chiste privado— refleja perfectamente lo comentado.
Pocas veces, actores tan inmensos como Sean Connery y Michael Caine estuvieron tan bien, con una más que perfecta química entre ambos. Sus personajes pertenecen por derecho propio a la antología de perdedores del séptimo arte. Huston además realiza un curioso ejercicio con el destino de los mismos. Por un lado rinde tributo a su admirado Kipling, haciendo que Dravot termine igual que en el cuento, pero a Carnehan, que en el mismo muere por insolación, le reserva el papel típicamente hustoniano, el de sufrir en vida las consecuencias de su osadía. De esta forma, Huston incide en uno de los temas recurrentes de su filmografía, que el infortunio y la desdicha pueden traer las mejores enseñanzas. Melancólica hasta la médula, llena de un humor que jamás enturbia la dureza de lo narrado, sino todo lo contrario, un Maurice Jarre que le proporciona algo de épica, y un Huston con los pies en el suelo, que mira de tú a tú a sus personajes viviendo la aventura de sus vidas. Intensa, emocionante, única. Una obra maestra." (BLOGDECINE.COM)
"...Es tarea difícil la de definir el gusto que supone ver a dos auténticos titanes de la interpretación como lo son Connery y Caine, compartir pantalla. La asombrosa química entre ellos se hace notar desde el principio, y ambos saben sacarle muchísimo jugo a su respectivos y ricos personajes. Cuando las actuaciones funcionan tan bien, el resto va rodado. Y éste es precisamente el caso. El gran John Huston aporta su experiencia detrás de la cámara y en el guión (adaptación de un relato de Rudyard Kipling) para imprimir el fuerte carácter a clásico que la trama exigía a gritos.
Sin escenas especialmente espectaculares, el director americano sabe servirse del encanto que irradian tanto los personajes principales, como la propia historia. Hace gala también de un genial humor refinado, muy británico (“Dioses no! Somos ingleses, que viene a ser lo mismo.”) y de un apabullante espíritu romántico, encariñándose con la figura del “outsider”, el pícaro, y a la postre… el entrañable perdedor. Porque esto es lo que son Dany y Peachey, una pareja que pudo haberlo tenido todo, pero que finalmente (como bien indica el título del metraje) acaban aplastados por su propio e inevitable destino.
‘El hombre que pudo reinar’ es una película inolvidable, que supone mucho más que una fábula moral sobre la amistad y los peligros que conllevan la avaricia y la corrupción del poder. Es el retrato de una época controvertida. Por un lado terrible y brutal por todas las injusticias que supuso el cruel colonialismo. Pero por otro lado mágica y maravillosa: porqué todavía quedaban exóticos lugares por ser descubiertos y sobretodo porqué los soñadores con intrépido espíritu aventurero aún podían llegar a ser reyes." (ELSEPTIMOARTE.NET)
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